viernes, 4 de noviembre de 2011

Principales Teóricos de la Criminología

Cesar Lombroso.
Nace en Verona (Italia) en 1835, en el seno de una familia judía acomodada (sus padres fueron Aarón Lombroso y Zefora Levi). Estudió medicina en Pavía, Pádova y Viena y se especializó en Psiquiatría, doctorándose con una tesis sobre el cretinismo en Lombardía. Murió en 1909.
Su vida transcurrió en instituciones públicas como el ejército, la cárcel (en 1884 fue nombrado médico en la penitenciaría de Turín), el manicomio (estudió los enfermos mentales en el Hospital de Santa Eufemia, de Pavía, Pesaro y Regio Emilia), las morgues y la Universidad (en Turín en 1876 fue nombrado profesor de “Medicina Legal e Higiene Pública”; en 1878 creó en la misma Facultad el “Curso libre de Psiquiatría y Antropología Criminal”; en 1896 fue profesor de “Psiquiatría” y “Psiquiatría Clínica” y en 1906 de “Antropología Criminal”). Toda esta actividad la combinó con la vocación de escritor (cuenta con más de 650 publicaciones, entre las que se destacan “El hombre delincuente” –cuya primera edición es de 1876-, “El crimen. Causas y remedios”, “Fragmentos médico-psicológicos sobre las heridas de armas de fuego”, “Medicina legal de las alineaciones”, “Estudios para una geografía médica de Italia”, etc.

Sus obras evidencian la influencia del positivismo francés de la época: Augusto Comte, Charles Darwin, Benedict Morel (y su famosa obra “Las degeneraciones físicas, morales e intelectuales de la especie humana”), Bartolomeo Panizza (profesor de “Anatomía comparada” de Pavía), y Carl Rokitanski (célebre patólogo vienés).

Tipología delictual.
 Famosa es la clasificación de delincuentes en 1) delincuente nato, 2) delincuente loco moral, 3) delincuente epiléptico, 4) delincuente loco: a-alienado, b-alcohólico, c-histérico, d-mattoide; 5) delincuente ocasional: a-pseudocriminales, b-criminaloides, c-habituales y 6) delincuente pasional.

En 1885 se celebra el Primer Congreso de Antropología Criminal en Roma, y allí tuvieron éxito las teorías de Lombroso. Sin embargo luego vienen las rectificaciones y así la teoría del delincuente nato, que primero se estableció entre el 65% y el 75% luego (en la quinta edición de “El hombre delincuente” en 1896-1897) se redujo al 40% para finalizar diciendo (en “El delito. Sus causas y remedios” en 1899) que en el total de la población carcelaria no superaría el tercio de la misma. Además, ya maduro, examinó las circunstancias sociales que podían favorecer parcialmente las anomalías biológicas transmisibles y, a su vez, operar sobre la sociedad.




Enrique Ferri:
Nace en 1856 en San Benedetto (provincia de Mantua, Italia) en el seno de una familia humilde. Estudió abogacía, doctorándose en la Universidad de Turín en 1880. Polémico orador, fue activo político, socialista la mayor parte de su vida aunque terminó enrolándose en las filas del fascismo. Fue catedrático en Bolonia, Siena y Pisa. Su obra más importante fue “Sociología criminal”. Muere en 1929.
Tipología delictual.

Ferri clasifica a los delincuentes en 1) delincuente nato, 2) delincuente loco o alienado, 3) delincuente pasional, 4) delincuente ocasional, 5) delincuente habitual y 6) pseudodelincuente o delincuente involuntario.

Ferri cuestiona duramente algunos apriorismos de la Escuela Clásica, como el libre albedrío que negó por considerarlo un mito o ficción abstracta (lo que sostuvo al presentar en 1877 su tesis doctoral, “La negazione del libero arbitrio e la teorica dell’imputabilita” ante nada menos que Carrara, su maestro). De este modo el hombre se presenta como una máquina condicionada por distintos factores.

Queda así aceptada una concepción determinista del obrar humano[13]. Y, sin embargo, no es necesario invocar el libre albedrío para fundamentar la responsabilidad penal ya que el hombre es responsable porque vive en sociedad y no porque sea o deje de ser libre. Se trata de una responsabilidad “legal” o “social” y no moral. Así dirá Ferri que “es responsable el hombre siempre de todo acto que realice, sólo porque y en tanto vive en sociedad”[14].

Este autor sostiene la idea de la defensa social, corriente que compartirá Garófalo y que mantiene, en su formulación más simple, que la sociedad tiene derecho a defenderse del sujeto delincuente (así como el sujeto está predeterminado al crimen, la sociedad está predispuesta a defenderse). A su vez acepta la idea de peligrosidad y la existencia de intemporalidad de la sanción (penas indeterminadas) y tratamientos indispensables para superar la propensión al delito. Pero reconoce que las penas deben ser complementadas con reformas económico-sociales. De ahí que el autor propugne como lucha contra el delito no sólo al Derecho Penal convencional sino a su vez una Sociología Criminal integrada, cuyas bases estarían constituidas por la Psicología Positiva, la Antropología Criminal y la Estadística Social.



Rafael Garófalo.
Nace en Nápoles en 1852 en el seno de una familia católica y acomodada y muere en 1934. De carácter conservador, se dedicó desde joven a la carrera judicial (fue magistrado y presidente del Tribunal de Casación) y a la docencia (desde 1887 ocupó la cátedra de Derecho Penal en Nápoles). Su principal obra, “Criminología”, publicada en 1885, “es casi un libro de lectura obligatoria, pues es el más completo manual de racionalizaciones a las violaciones de Derechos Humanos que se haya escrito hasta el presente”

Tipología delictual.

Sin poder desprenderse de su positivismo, clasifica a los delincuentes en 1) asesinos, 2) delincuentes violentos, 3) ladrones y 4) criminales lascivos.

Garófalo aporta el concepto de “delito natural”, al que considera como aquel que lesiona los sentimientos altruistas fundamentales, a saber, la piedad y la probidad, en la medida que se encuentran en la sociedad, por medio de acciones nocivas a la colectividad. La piedad implicaría un sentimiento negativo, basado en la abstención, es decir, en no causar intencionalmente sufrimiento a los demás. La probidad haría referencia al sentimiento de justicia, pero no entendida como un criterio evolucionado, sino reduciéndola al respeto de los derechos de propiedad.

Así las cosas, el delincuente no un enfermo mental, como creía Lombroso, sino un sujeto con anomalías psíquicas o morales puesto que carece de alguno de estos sentimientos antes aludidos.











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